"La Isla del Tesoro", "Veinte mil Leguas de Viaje Submarino", "Las Aventuras de Tintín", "Sandokán"...
A mis once añitos yo ya estaba infectado por el virus de los libros de aventura. Era adicto a sentir la brisa del mar sobre mi cara, el olor a brea y salitre de los grandes galeones cargados de oro, la sangre siempre roja, rojísima, de los piratas y bucaneros luchando sobre las cubiertas de los grandes veleros. Y todo ello sentado en el sillón de mi casa con un buen libro en las manos.
Pero muy pronto descubrí que yo quería ser uno de ellos. Que no me conformaba con sentir los tifones y huracanes del Mar Caribe sentado cómodamente en el salón de la casa familiar. Yo también quería subir a bordo de esos barcos y navegar. Navegar lejos, muy lejos. Hasta la otra punta del mundo. Por eso no paraba de leer esos libros: "Moby Dick, la ballena asesina", "Robinson Crusoe"...
Rafael Moleón y
Torres “Las caravelas de Colón”
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Durante más de dos años navegué a bordo de un velero del Siglo XV por los mares del Sur. En esos años ya no necesité seguir leyendo libros de viajes y aventuras. Yo mismo me había convertido en un personaje real de mis libros. Y navegando por los mares del sur pude ver a las grandes ballenas nadando tras la estela de mi barco. Me encontré con las sirenas en las islas perdidas de los mares del Sur. Descubrí tesoros escondidos de incalculable valor y belleza.
"Mapas del Tesoro" realizados por algunos alumnos de 1º de ESO para ilustrar el artículo de Juanjo sobre la literatura de viajes |
La culpa de todo ello la tenían los libros. De tanto leer historias de piratas y bucaneros yo mismo me había convertido en uno de ellos. Esos malditos libros eran los responsables de llenarme la cabeza de volantones. Ahora creo que mi madre tenía razón.
Estamos hablando aquí de un género literario que provoca adicción. Se trata de libros que te van a meter dentro del cuerpo el gusanillo del viaje y es muy posible que tú mismo te veas obligado a realizar un largo viaje para sacarte ese gusanillo. Eso es lo que me ocurrió a mí. Y te aseguro que no paré hasta conseguir realizar mi propia aventura.
Cuando empieces a leer estos libros (en la biblioteca hay un montón) pronto te darás cuenta de que literatura y aventura son casi la misma cosa. De hecho el viaje y la aventura es el tema único de todo libro. La literatura en verdad nace en Occidente unida a un viaje, el de Ulises en La Odisea. Don Quijote no hace sino viajar, y Gulliver protagoniza los viajes más leídos de todos los tiempos.
El Romanticismo y el avance de la ciencia y los descubrimientos geográficos propiciaron grandes viajes en el siglo XIX, y de ese mundo proceden excelentes frutos literarios: Julio Verne, Melville, Stevenson, London, Conrad..
En el siglo XX se terminan los grandes descubrimientos geográficos y la literatura de viajes sufre un importante parón por culpa de ello. Las últimas gestas de los descubridores terminan con la conquista del Polo Sur por Amundsen (1923), y sólo van a quedar aventuras estremecedoras como la de Shackleton (en su intento por cruzar el continente antártico) o Mallory, en su lucha contra el Everest en 1924.
Sin embargo este género literario nunca morirá pues la vida misma es un largo viaje y todo ser humano, por el hecho de serlo, siempre se encontrará fuertemente atraído por el vértigo que produce el viaje y la aventura.
Juán José Rodríguez Terrón
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